
En el camino interior el enemigo está adentro y se llama “ego”
El ego representa nuestra parte más impura y siempre está allí. Es inherente a la existencia humana, mas lo es desde una naturaleza exterior a nosotros, en tanto que no es lo que cada persona “es”, aunque tengamos al ego presente, casi permanentemente, y sin darnos cuenta.
El reto es mayúsculo porque hemos de reconocerle adentro de nosotros. En un deporte, el enemigo está fuera, es claro y tangible y se llama “rival”; además de que las reglas del juego están escritas o, al menos, acordadas entre los participantes. En el camino interior el enemigo está adentro y se llama “ego”; las reglas se van descubriendo y requieren de esfuerzo y atención cotidianos para caer menos porque trabajar el ego “no se trata de no caer nunca, se trata de caer menos”.
El ego se alimenta de placeres efímeros, ello le mantiene vivo. De aquello que brinda satisfacción casi inmediata y cuya recompensa es paupérrima porque después lo ensucia todo de culpa y arrasa con aquello que de valioso había, para dejarlo todo desolado, inundado de tristeza.
Pareciera que esa manifestación anómala nos presenta un bufete de tentaciones y que echa mano de todos sus artilugios para mostrarnos las vías directas para la obtención de “placeres ocultos” y destructivos, por efímeros que sean, y de alejarnos de la “iluminación” y de la virtud. Porque, por paradójico que parezca, en este bufete que ofrece el ego, ganará quien coma menos.
Cuando de alguna manera atraemos a nuestra vida castigo, culpabilidad, obcecación, dependencia o apego, en resumen: sufrimiento, es indicativo de que estamos siendo “egóicos”; es momento de hacer una pausa en la vorágine de la cotidianidad para analizar lo que nos pasa en el interno, detectar aquello que nos está jugando en contra y, si aguzamos bien los sentidos y somos honestos con nosotros mismos, nos daremos cuenta: se trata del ego.
Ese actor camaleónico que hallará en cualquier circunstancia las condiciones perfectas para provocarnos, probarnos y buscar que le alimentemos sin restricción alguna porque se mantiene vivo a expensas de nuestras fallas, de nuestros errores; del sufrimiento que nos provocamos a nosotros y a los nuestros, a los otros.
Trabajar el ego es todo un reto porque tanto el veneno, como la cura o la ruta sana, nos habitan. Está en cada uno de nosotros elegir el camino que se quiere recorrer.
Fuentes:
Calle, Ramiro. (2019). Mindfulness. La lampara de la Mente. España. Planeta.
Pérez, Anxo. (2000). Los 88 peldaños de la gente feliz. España. Alienta Editorial
Tolle, Eckhart. (2014). El poder del ahora. México: Grijalbo. Berg, Yehuda. (2010). Satán: una autobiografía de nuestro gran oponente, el ego. México. Kabbalah centre international