
A lo que te resistes, persiste.
Carl Jung
Lo que aceptas, te transforma
Por Larissa González Medina
“A lo que te resistes, persiste”; ¡cuánta verdad!
Los pensamientos negativos tienen muy mala fama porque son los responsables de que tengamos estados emocionales que nos lleven al sufrimiento y, aunque quisiéramos arrancarlos de cuajo, hay que tomar en cuenta que “a lo que te resistes, persiste”, por lo que puede ser mejor idea que aprendamos a encausar la mente.
Es comprensible tener una disposición negativa hacia estos pensamientos porque además de que nos hacen sentir mal, propician que nuestro cuerpo secrete sustancias que, si bien son necesarias para desarrollar algunas funciones vitales, en altas cantidades pueden llegar a ser nocivas, como el cortisol (ligada al estrés), la bilis (vinculada con el enojo). Máxime, si somos de esas personas que nos definimos como “preocuponas”, “estresadas”, “enojonas” y no hacemos nada por mesurar esas conductas y es preciso recordar que nuestra actitud determina nuestra existencia.
Pero por mucho que nos desagraden, los pensamientos indeseables tienen un origen y una razón de ser en nuestra historia como seres humanos: en la prehistoria ayudaron a nuestra especie a adelantarse mentalmente a lo que podría pasar en una u otra circunstancia porque, a través de estas ideas, podían reducir las probabilidades de ser acechados o devorados por algunos animales y salvaguardar a los suyos.
Ahora que esos tiempos han quedado atrás, los pensamientos negativos siguen teniendo una utilidad, en tanto que nos muestran nuestro universo interno y a que podemos anticiparnos sobre algún riesgo para que podamos actuar en consecuencia para cuidarnos como individuos o como grupos sociales. En este contexto, quizá los “malos” pensamientos no lo sean tanto.
“A lo que te resistes, persiste”, mejor transformarnos…
Hay personas más negativas que otras, ya sea porque se tiene una predisposición genética o por tratarse de una conducta aprendida; sea cual sea el caso, si estos pensamientos no favorecen a nuestro crecimiento podemos emplear ejercicios para aprender a seleccionar mejor nuestras ideas, ya sea con Mindfulness o con el método socrático, por proponer un par.
En Mindfulness o meditación de la atención plena, se puede reducir el estrés y la predisposición a reaccionar, pues incita a que reconozcamos nuestras ideas nocivas para dejarlas pasar momentáneamente; ya estaremos en condiciones de decidir si queremos sustituirlas.
La aceptación de los pensamientos negativos, contrario a lo que se pueda creer, es una herramienta simple, pero muy poderosa porque, como dijo Jung, “Lo que aceptas, te transforma”. Aceptar que estamos teniendo cierta idea y regañarnos por tenerla, como muchos hacen, es echar más negatividad a la preexistente y ello no suele detonar un cambio útil ni en los pensamientos, ni en las sensaciones. Al contrario: darle la atención a la negatividad ayudará a que se instale cómodamente en nuestro ánimo.
El método socrático consiste en cuestionar nuestros pensamientos negativos y pensar en qué le recomendaríamos a alguien que estuviera pasando por una situación similar a la nuestra, porque ello ayuda a distanciarnos del problema y, además, muchas veces podemos encontrar la respuesta en nosotros mismos.
Piensa bien y vivirás igual
Estas sólo son dos técnicas que pueden ayudarnos a aliarnos a nuestra propia mente, es cosa de decidirlo y de ponerlo en práctica.
Fuentes:
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006322316000792
Calle, Ramiro. (2019). Mindfulness. La lámpara de la Mente. España. Planeta.
Tolle, Eckhart. (2014). El poder del ahora. México: Grijalbo.